Tecnología para nivelar geografías y oportunidades

Andrés Jara Werchau y Pamela Scheurer

 
 

En Jujuy, durante la Fiesta Nacional de los Estudiantes, parte de la tradición de este evento es construir carrozas sobre chasis de colectivos. Con estructuras de hierro, alambres y un sinfín de materiales, las carrozas son adornadas con flores de papel y combinadas con iluminaciones sofisticadas.

Cientos de adolescentes –de entre 14 y 17 años– de las escuelas de la provincia participan con entusiasmo y energía para construir la mejor carroza. La mayoría de ellos nunca construyó una, pero la tradición –que tiene más de sesenta años– es combustible suficiente para que todos tengan la certeza de poder concretar en solo treinta días semejante obra de ingeniería y arte.

Cada año se construyen más de doscientas carrozas que desafían límites y pronósticos, donde se combinan trabajo en equipo, responsabilidades, deseos, expectativas y, por supuesto, alegría. Se trata de confianza y conocimientos –transmitidos generacionalmente– que forman parte de la autoestima cultural del pueblo jujeño.

Sin dejar de lado la historia y las circunstancias socioculturales de esta tradición, creemos que esta autoestima es la inspiración y el aventón necesario que podría potenciarnos en otros ámbitos, como el de la tecnología, por ejemplo. Pero, ¿por qué aún no lo logramos? ¿Qué desafíos nos quedan por sortear?

Jugar la realidad con la “cancha inclinada”

Hace 35 años, nacer lejos de las grandes capitales tenía un componente muy fuerte de falta de oportunidades. En el mundo de la tecnología, querer desarrollarse y trascender, es decir, resolver una necesidad global con talento local, era casi imposible. La tecnología de base se creaba en otros lugares del mundo y demoraba unos diez años para llegar a estar disponible en el país, y en el interior tal vez mucho más.

En este contexto, las opciones eran resignarse a la posición de desventaja, o irse del lugar de origen para buscar reducir esa brecha de acceso al conocimiento y tener oportunidades de entregar valor globalmente. Migrar a otras ciudades o provincias formaba –y aún forma– parte del camino que muchos deben elegir para desarrollar sus carreras y emprender sus sueños.

Irse del lugar de nacimiento debería ser algo que podamos elegir por otras cuestiones y no solo por falta de oportunidades. Primero, porque pocos tienen los recursos y las circunstancias garantizadas para hacerlo; segundo, porque cuando uno ama su lugar y a sus afectos, el desarraigo puede ser algo muy doloroso; y tercero, porque el talento que se va, enriquece el destino y empobrece el origen.

Los grandes centros productivos y capitales de la innovación se nutren de la diversidad y de lo heterogéneo de sus habitantes, que provienen de diversos lugares. Al mismo tiempo, los lugares de origen de esos talentos pierden su capacidad de crear valor y riqueza para su entorno. Esta dinámica produce capitales ricas en países con poco desarrollo federal.

Oportunidades globales para jugadores locales

Con el desembarco de Internet, el acceso a la información y a los contenidos se amplió y esa cancha tan inclinada –e injusta– para algunos sectores del país, está comenzando a nivelarse. Hoy, una persona con acceso a Internet, independientemente de su ubicación geográfica y de su lugar de nacimiento, puede hacer y aprender en tiempo real y de la misma manera que cualquier otra persona del resto del mundo.

Si bien podemos ver cómo se nivelan algunas oportunidades luego de la aparición de Internet, aún nos quedan por sortear muchos desafíos. A las comunidades del interior del país todavía nos falta apropiarnos de estas nuevas condiciones que están dadas y que, por razones propias y ajenas, aún no logramos aprovechar.

Las condiciones estructurales de existencia y las realidades de cada comunidad determinan, en gran medida, la autoestima social. Las oportunidades que desde allí se gestan crean paradigmas de lo que se puede y no hacer, y esto genera que muchas personas desarrollen sus vidas aceptando limitaciones, sin posibilidades, siquiera, de proponerse algo distinto.

Esa autoestima que se transmite de generación en generación –sí, como saber construir una carroza– muchas veces restringe y desalienta sueños e intenciones que en el mundo contemporáneo seguramente tienen gran potencial.

Desde nuestra experiencia, crear tecnología desde Jujuy parecía algo impensado para muchos porque estábamos lejos de las grandes capitales. A los seres humanos, a veces, nos cuesta creer que algo es posible cuando no podemos ver que otro lo haya realizado bajo las mismas condiciones y circunstancias.

No hay dudas de que existen lugares que tienen mejores condiciones de base para que sea posible emprender en tecnología, ya sea acceso a capital o educación de calidad, pero eso no debería ser un impedimento para que lo intentemos. Hoy, generalmente, ni lo intentamos porque creemos que es imposible, lo que es muy diferente a creerlo posible y plantearse resolver los problemas en el camino.

La economía del conocimiento como motor de expansión

En el año 2010 fundamos Nubimetrics1 con el objetivo de ayudar a tomar mejores decisiones a los vendedores de e-commerce. Con nuestra casa central en Jujuy, hoy somos más de ciento cincuenta colaboradores distribuidos en diez provincias de la Argentina y en Brasil, México y Uruguay. Atendemos a clientes de trece países.

Desde nuestra experiencia, sabemos de manera fáctica que desde Jujuy (y con certeza, desde cualquier lugar del país) se puede crear valor global con talento local. Se puede generar trabajo de calidad y riqueza para el lugar de origen.

Nuestra posición geográfica ya no nos limita en el mundo de la tecnología y de la economía del conocimiento. De hecho, las identidades locales son un activo de valor en este mundo tan comoditizado: aportan nuevas visiones y soluciones a problemas cuyas respuestas siempre se buscaron resolver de la misma manera. Vivir en lugares diferentes y trabajar desde distintos puntos del país –o del mundo– enriquece equipos, experiencias y compañías.

Estamos convencidos de que las economías regionales del interior del país deben buscar complementarse con la Economía del Conocimiento y la Tecnología para revolucionar las matrices productivas, potenciar el valor local e importar riqueza genuina mientras se aporta valor al mundo. Entonces… ¿por qué no comenzamos?

Es momento de construir reglas y no excepciones

Si lo pudimos hacer nosotros, ¿por qué no otros? A sabiendas de las dificultades que aún nos quedan y que intentamos esbozar aquí, nos interesa genuinamente generar un efecto multiplicador. No queremos que nuestra experiencia sea algo excepcional, sino el puntapié para la creación de miles de empresas en cualquier lugar del país, donde una simple conexión a Internet pueda dinamizar sueños e ideas.

Asimismo, para imaginarnos el futuro de las economías regionales fuertemente basadas en la Economía del Conocimiento, necesitamos que cada uno de nosotros, actores de esta sociedad, se comprometa a generar las condiciones culturales y estructurales para que los jóvenes encuentren en la tecnología una forma sustentable de desarrollo profesional.

La sociedad como un todo actuando como red para apoyar, promover y valorizar a quienes desean emprender: el Estado, con infraestructura y educación; la Escuela y las familias como sostén; los inversores locales y las asociaciones civiles con confianza y recursos.

Hoy sabemos que es posible. La innovación tiene un componente de optimismo y de creer que lo imposible es posible, así como sucede cuando los estudiantes imaginan y construyen sus carrozas desde la nada: si apostamos por creer, se puede crear la carroza ganadora. Nuestro país tiene un potencial increíble y su estímulo depende de todos y cada uno de nosotros, de lo individual a lo colectivo, y viceversa.

Cuando el modelo de rol derriba brechas y abre caminos

Como fundadora de una empresa tech y con el rol de CTO (Directora de Tecnología), muchas veces me pasa que, al presentarme como tal, las personas se sorprenden y lanzan comentarios del tipo: “mirá qué loco, una mujer tech”. Debo confesar que, al principio, me molestaba bastante porque no entendía el porqué de las expresiones. Un día, alguien me explicó lo que significaba la brecha de género en tecnología y que no solo era un problema en la Argentina, sino en el mundo. Esto me sorprendió muchísimo, no solo porque soy de una provincia pequeña muy lejana a Buenos Aires, sino porque esa nunca había sido mi realidad.

Cuando estudié la carrera de Ingeniería en Computación en una universidad local –la Universidad Católica de Santiago del Estero-
Sede Jujuy–, 
la mitad de los ingresantes éramos mujeres. Cuando rendí mi última materia, cinco de los seis estudiantes éramos mujeres. En mi primer trabajo, los dos equipos del área de sistemas eran liderados por mujeres. Después de cinco años, me trasladaron a Tucumán, a otra empresa del mismo grupo económico, y el patrón volvió a repetirse: dos de los tres equipos principales eran liderados por mujeres ingenieras.

Sin duda alguna, ellas se convirtieron en mis mentoras, mi aspiracional y sentaron las bases de mi liderazgo actual. Estas experiencias forjaron en mí la indeclinable idea de que las mujeres en tecnología podemos liderar equipos, empoderar personas y llevar adelante grandes proyectos. Cuando decidí emprender, tuve mi rol muy claro desde el día 1: ser la CTO y armar los mejores equipos para crear la mejor plataforma de big data e Inteligencia Artificial (IA).

Siempre me pregunto si la seguridad y la confianza con las que decidí enfrentar este desafío hubiesen sido así de fuertes sin las mujeres que fueron modelos de rol para mí. Hace un tiempo, cuando mi sobrina tenía nueve años, me confesó que quería ser ingeniera como yo. Y no solo eso, también quería crear su propia empresa. Una vez más, la realidad me demuestra el poder de influenciar positivamente a otras personas, así como lo hicieron estas mujeres que pasaron por mi vida. Hoy soy una de ellas para mi sobrina.

Estas reflexiones me permiten entender que tengo una gran responsabilidad, no solo en la difusión de este mensaje, sino también en el ejercicio de acompañar a las mujeres en tecnología. Sin dudas, nosotras podemos crear, ser referentes, emprender, combatir brechas, tumbar paredes y limitaciones. Esto sin olvidar, claro, que todavía quedan muchos problemas estructurales que no nos colocan a todas en el mismo punto de partida.

Pamela Scheurer