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Redes sociales y participación política de jóvenes y adolescentes
Laura Rosso*
Haber vivido la efervescencia de las redes sociales entre 2015 –año del primer #NiUnaMenos– y 2022 supone para muchas personas jóvenes haber tenido acceso a una forma política de militancia. En el día a día de cada une de elles, las redes construyen modos de hacer y contribuyen también a dibujar algunos rasgos identitarios, nunca definitivos ni limitantes. En estos textos, escritos por pibas, pibes y pibis que surfearon por esos cauces digitales mientras atravesaban el colegio secundario o lo acababan de terminar, se pueden leer experiencias y formas de estar en el mundo. Militancias feministas, participación en organizaciones disidentes, movilizaciones estudiantiles, activismos, en definitiva, todas las posibilidades que Internet y las redes ofrecen –y les ofrecieron– para estar con y cerca de otres. Este capítulo intenta dar cuenta de cómo les jóvenes interpelan las retóricas oficiales y, más aún, complejizan con su potencia de cambio el tiempo que les toca vivir. Lo complejizan porque lo interrogan y, en ese andar, las redes aparecen de un modo activo para mantener caliente el debate de los temas que les interesan. Es por eso que aquí le damos la palabra a elles, jóvenes protagonistas de esos momentos y de esas militancias, con la intención de que estas lecturas amplíen aún más el desafío de reflexionar sobre las redes sociales en tanto plataformas de participación política en sus ámbitos de pertenencia.
De las redes a las calles
Hoy en día estoy acostumbrada a ver en mi feed imágenes del #8M o recuerdos del día en que se sancionó la ley del aborto, derecho que adquirimos las grandes masas de mujeres movilizadas con el objetivo de poder decidir sobre nuestros cuerpos. Pero estas convocatorias masivas no hubieran sido lo que fueron sin una herramienta fundamental: las redes sociales. Las redes son, hoy en día, una fuente de información que invita a los feminismos a poder cuestionarnos y aprender, pero también sirven para conectarnos y comunicarnos. Las redes sociales aparecieron para acercarnos y demostrar que ya no estamos solas.
#NiUnaMenos fue el primer grito de una lucha que ya no se puede silenciar. Desde las primeras marchas, la participación en las redes sociales fue creciendo, invitando cada vez a más personas y creando nuevos lazos de apoyo. Ese grito llegó a cada una de nosotras. El feminismo desde las redes hizo que me sintiera incluida en los reclamos y acompañada de una manera más personal. Así me relacioné con otras mujeres en mi misma situación, nos unimos para juntar nuestras voces.
El feminismo también atravesó la pantalla y las redes fueron la vía que llevó la organización a las calles. Nos encontramos en la Marea Verde, que no solo fue un corazón verde en los perfiles, sino que pasó a ser visible en las miles de mochilas y carteras, como una manera de identificación y alianza. Ver los pañuelos verdes es un símbolo de confianza y sororidad, significa que alguien va a estar de mi lado para defenderme.
Poco a poco, esta gran comunidad se fue ampliando y logró conquistar más derechos, como el aborto legal, seguro y gratuito. Y fue gracias a las grandes manifestaciones que organizamos a partir de las redes, y trasladamos al Congreso, para conseguir un derecho legítimo. Las redes ofrecían una gran cantidad de información, extendían la comunicación de manera global y creaban nuevas comunidades. En un punto, creo que las redes aportaron algo que el feminismo buscó durante décadas: llegar a la gran mayoría de mujeres y crear vínculos fuertes para conseguir los derechos que nos corresponden.
Pasamos de sufrir en clandestinidad a luchar en las calles por aquello que nos pertenece, reuniendo todo tipo de voces, identidades e historias. Ya no era un grito aislado, sino que ese grito comenzó a tener eco en distintas partes, llegando a lugares que de otra forma nunca hubiera llegado. Así es como las redes sociales lograron mucho más que organizarnos, lograron que ninguna vuelva a luchar sola.
Por Milagros De Luna
22 años, Vicente López, provincia de Buenos Aires. Estudiante de la Licenciatura en Estudios de la Comunicación (Universidad Nacional de San Martín-UNSAM).
AND.ar.ES feministas
Fue en abril del año 2015. Estábamos en el recreo y yo usaba
Facebook desde mi celular. Todes usábamos el celular en el recreo y también en clases. Yo fui a una escuela privada, católica. Había cosas de las que no se hablaba, claro. Se acercaba el mediodía y recuerdo que el pronóstico anunciaba tormenta. Leía las noticias, entre mis compañeres aparecían rostros y gestos de sorpresa, de horror, otres no podían creer lo que leían.
En la ciudad donde nací, en el jardín maternal al que mi mamá confiaba mi cuidado cuando era muy pequeña, sucedía otro femicidio. Otro, digo, porque en el invierno de 2009 les vecines se conmovieron con lo que le habían hecho a Natalia, que estaba embarazada y fue asesinada. Esta vez la mujer se llamaba Marita y estaba dando clases cuando su ex pareja irrumpió en la sala e hizo con ella lo que quiso. Así de insoportable, así de cruel, así de terrible. En mayo, en Buenos Aires, las noticias nombraban a Chiara. Ella tenía catorce años.
Nunca había ido a una marcha hasta ese primer #3J,* otoño radiante y olor a mandarinas en las calles, lentes porque el sol es engañoso y algunas prendas de invierno que se vuelven infaltables porque la tarde cae y el frío se queda hasta el día siguiente. Yo no sabía que eso era una marcha feminista. No sabía bien qué era el feminismo, o los feminismos. En mi escuela apenas comenzábamos a dialogar con respecto a temáticas como la violencia de género y el abuso en las infancias, pero como ya conté: había cosas de las que no se hablaba. La ESI [Educación Sexual Integral] como tal no existía, o por lo menos el intento que hacían les profes y directivos era malo y desganado.
En San Francisco, Córdoba, en 2015 apenas se hablaba de “aborto legal, seguro y gratuito”, pero Vero, amiga de mi papá y referente afectiva para mí, ya tenía publicaciones que decían “aborto legal es justicia social” y a mí me parecía valiente y audaz. Me gusta pensar que soy un collage de todo lo que pude aprender de las personas que fueron y son significantes para mí. Ese año, con Vero y a raíz de una discusión en Facebook, aprendía que una imagen de #NiUnaMenos que mostraba a una mujer con los ojos cerrados y expresión triste no era lo mismo que presentar a una muchachita con el puño en alto y los ojos tímidos pero bien abiertos. Discusiones y enseñanzas políticas, en la era de la hipercomunicación. Nunca supe, hasta años más tarde, que prestar atención a esas cosas del mundo me harían parte de un camino tan importante, tan compartido y comprometido, tan sentido en el cuerpo y en las ideas. Un caminar en los feminismos, en las búsquedas incansables de reparación y justicia, de afectos transfronterizos, de decisiones arriesgadas, una vida tan elegida.
Tengo 24 y convivo con las redes, disfruto de hacer uso de ellas, las incorporo en mi agenda artística, es una herramienta de trabajo y de registro, intento aprender sobre ellas. Y hace casi cinco años que administro las redes y el contenido que ofrecemos desde mi colectiva: Socorro Rosa San Francisco-Las Rivas. Un mundo de posibilidades impensadas son las que nos ofrecen las redes para estar cerca de las personas que abortan. Y a mí me importa estar cerca. A mí y a mis compañeras, a la Red toda en la que activamos. Internet, siempre entre el bien y el mal, es una herramienta de transformación social. En tiempos como este presente revolucionado y multisensorial, es necesario reinventar las pedagogías que nos invitan a ejercitar las políticas feministas, incluso desde el uso de las redes sociales y el contenido que nos interesa compartir y que circule entre y para todes.
Internet para todes también es justicia social. Como el aborto legal.
Por Emilia Pioli
24 años, San Francisco, Córdoba. Estudiante de la Licenciatura en Psicología, Acompañante Terapéutica y Activista feminista en Socorro Rosa San Francisco-Las Rivas, en Socorristas en Red, feministas y transfeministas que abortamos.
Nuevas formas de poder
Corría el año 2017. Un gobierno neoliberal avanzaba para transformar la educación en una mercancía más, e implementaba una reforma que buscaba poner en práctica pasantías –no pagas– en quinto año de la secundaria. Paradójicamente, es la misma reforma que se quiere volver a imponer en la actualidad, después de que hayamos logrado frenarla en aquellos convulsionados años de movilización estudiantil.
Pero no vamos a hablar de aquella reforma en sí, sino de nuestra experiencia de militancia en el auge de las redes sociales. El conflicto entre el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y les estudiantes escalaba y no había puntos de consenso. Empezaba a circular, entre los grupos de WhatsApp y los perfiles de Instagram de los Centros de Estudiantes, la idea de tomar los colegios, propuesta que aparecía como la única alternativa posible. Los grupos de las dirigencias estudiantiles ardían y las convocatorias a asambleas y movilizaciones crecían. Las redes sociales tomaban una relevancia fundamental en la coordinación de las tomas de los colegios: se lograron tomar más de treinta edificios en un lapso menor a quince días, y aun más, los primeros ocho en solo dos días. Lo que buscábamos en ese momento era generar una ola de opinión pública a nuestro favor y nuestra herramienta eran los comunicados en Twitter, Instagram y Facebook. Los medios de comunicación tradicionales jugaron su papel, pero tenían un sesgo conservador que no cooperaba con nuestro objetivo: frenar una reforma educativa que avanzaba directamente en contra de nuestros derechos.
Con el tiempo empecé a pensar que la militancia había sido transformada completamente por las redes sociales. Si antes buscábamos construir hegemonía en las calles para generar un impacto en los medios, ahora construimos desde nuestras propias redes para avanzar en las calles y tener una repercusión aún mayor a través de ellas. El uso de las redes sociales como herramienta de lucha –como demostró el movimiento Black Lives Matter– abría en nuestras propias lógicas puertas a una serie de transformaciones que hubiesen sido imposibles de pensar diez años antes. Se nos abría un camino de comunicación masiva y desjerarquizada que, en algún punto, nos permitía construir una opinión pública de una forma rápida y económica.
Sin embargo, debemos señalar también que este cambio en las reglas del juego de la militancia tuvo sus aspectos adversos. El más claro de ellos se vincula a una creciente despartidización y a un compromiso político-partidario en decadencia. Claramente este no es un efecto exclusivo de la aparición de las redes sociales, sino que se vincula también con un clima de época atravesado por una falta de representatividad democrática. Es allí que las personas que antes conformábamos los partidos políticos pasamos a formar “nichos” de participación. Ejemplo de ello son el ambientalismo, el veganismo, el feminismo, hasta el sindicalismo. Proyectamos nuestras ideas con fuerza y militamos cada una de ellas para suprimir las injusticias, pero el poder concentrado nos individualiza, adormece nuestra voluntad política y la unidad. En este sentido, es menester que surja una mirada integral de la militancia.
En síntesis, comprendemos que las redes sociales pueden ser utilizadas como herramientas de lucha, pero ello no quita que esta sea la expresión de un poder simbólico hegemónico. La cura a nuestro mal es seguir profundizando el uso de las redes sociales como un elemento de transformación y aprovechar la hipercomunicación para tender lazos entre movimientos. Debemos crear soberanía digital, debemos construir nuevas formas de poder.
Por León Esquenazi
19 años. Estudiante de la Licenciatura en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de San Martín-UNSAM).
Un espacio clave en la cuarta ola feminista
Las redes sociales tuvieron un rol fundamental en lo que hoy me forma como militante feminista.
Durante la cuarta ola, tenía a mis compañeres con les que militábamos en el día a día, pero también sentía que tenía compañeres alrededor de todo el país y más cerca que nunca. Las redes hacían que me enterara de que lo que yo estaba haciendo en mi ciudad, muchísimes otres lo estaban haciendo en todas partes, viviendo distintas conquistas (o derrotas) que me daban ganas de replicar y militarlas como forma de acompañarles y que elles me acompañaran a mí.
A través de las redes nos compartimos herramientas y experiencias que hacían que las cosas complejas fueran un poco más sencillas. Eran una constante fuente de información donde aparecían publicaciones de todo el mundo que me formaban y guiaban por donde quería llevar mi militancia.
Creo que las redes nos acercaron en momentos en que necesitábamos saber que éramos montones y si me sentía sola sabía que en muchos lugares había otres que me estaban acompañando.
A mí me transmitían un montón de cosas, no solo piolas, como ver una historia de una compañera en su primera marcha o que conseguía su primer pañuelo o publicaba que el camino que quería seguir era inmersa en el feminismo. También, a veces, bronca, viendo historias donde se bardeaba a pibis muy violentamente o noticias de casos de violencia de género y femicidios, porque el feminismo puso sobre la mesa conductas machistas de las que nadie se quería hacer cargo.
Las personas necesitaban dar a conocer su opinión y posicionarse sobre los temas que estaban dando vueltas y creo que las redes fueron un espacio clave para eso. Como militante siento que el contenido que me daban, positivo o negativo, me daba más manija. Cuantas más historias bardeando al feminismo veía, más ganas tenía de debatir y formarme. Ver compañeres alrededor del mundo, organizándose con las mismas banderas feministas, me generaba más manija para transformar este mundo machista y desigual que transito todos los días. Las redes me hacían afirmar y reafirmar que el feminismo era lo que quería en todos los lugares que transitaba.
Hoy creo que las redes tienen un significado muy diferente en mi vida, pero estoy segura de que durante el auge de la cuarta ola feminista me formaron e informaron para ser la militante que soy hoy.
Por Lara Dancyker
19 años, vive en CABA. Militante de Nueva
Mayoría en el Frente Patria Grande.
Nuevos paradigmas de la militancia
A pesar de que muchos discursos sigan protegidos bajo un blindaje mediático, tenemos nuevas herramientas de militancias, donde les pibes y las pibas podemos generar nuestro sentido común. Las redes pueden ser utilizadas de diferentes formas con fines políticos, dan difusión y también marco político a nuestros espacios de militancia. Un ejemplo muy claro son las marchas del orgullo, sobre todo las del conurbano. En Quilmes, año a año, son más las organizaciones y les autoconvocades que se acercan a nuestra comisión organizativa, contactándonos a través de nuestra cuenta de Instagram, que desde 2016 construye orgullo y disidencia. Estas nuevas voluntades que se acercan son más que nada autoconvocadas, en su mayoría personas jóvenes que vienen a aportar nuevas ideas y refrescar el espacio, porque el tiempo de la revolución es ahora, como se lee año a año en carteles y pancartas que se replican en comunicados. La pluralidad de voces es clave para la construcción colectiva. “El sur diverso también existe”, es el lema con el que vibramos en cada marcha al calor de la cumbia y los abrazos. Nuestro sur del conurbano bonaerense también se llena de disidencia y diversidad. Y ese registro queda plasmado en nuestra red, donde volvemos porque nos gusta revivir esas emociones, ver una y otra vez las fotos y reírnos juntes.
Entendemos a las redes como una herramienta de organización y de encuentro, que podemos utilizar para nuestra militancia diaria. Desde ahí, nos seguimos preguntando #DóndeEstáTehuel, un interrogante que no cesa de aparecer en cada historia que subimos y en cada foto que posteamos. Para combatir los discursos hegemónicos de odio estamos las juventudes organizadas. Sabemos que para luchar y desterrar estos discursos tenemos que ser nosotres quienes manifestemos nuestras voces. Por eso, desde la organización popular y las calles, hasta las redes sociales, todo tiene que ser nuestro espacio de militancia por una patria más justa, libre y soberana.
Por Vicente Baños
22 años. Vive en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Militante de un proyecto nacional, popular, democrático y feminista.
El feminismo como puerta hacia la militancia
El fenómeno que desató en las redes sociales la discusión por el aborto legal en 2018 impulsó la formulación de una visión crítica y colectiva hacia el interior de las instituciones educativas en Salta, en las que se sostiene de manera sistemática una visión profundamente eclesiástica en la promoción de valores morales conservadores, incluso en instituciones públicas.
Las posturas reaccionarias por parte de muchas de las escuelas en Salta coartaron la posibilidad de abordar un diálogo democrático sobre una temática de derechos humanos e incluso llegaron a establecer normativas institucionales al respecto, en algunos casos prohibiendo el uso de cualquier insignia que demuestre una posición política a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, en otras palabras, la impugnación de los pañuelos verdes. El uso de las redes sociales fue fundamental para vehiculizar un proceso organizativo que inauguró un nuevo período en la militancia política estudiantil salteña que hasta ese momento se encontraba paralizada. Las convocatorias abiertas a los primeros pañuelazos de 2018 dieron pie a la conglomeración masiva de estudiantes secundarios que luego se tradujo en la constitución del movimiento estudiantil secundario salteño mediante la instrumentalización de una coordinadora provincial que nucleaba a estudiantes de distintos colegios, en principio interpelados por el movimiento feminista. Es así que el feminismo como fenómeno político fue la entrada para muches pibes a la participación política por medio de la ética militante. Y esto no ocurrió en cualquier momento histórico sino en uno particularmente signado por la instantaneidad de las redes sociales y las facilidades que estas proveen en términos estratégico-comunicativos.
Por Montserrat Tolaba
20 años, nació en Salta y vive en CABA desde 2020.
Ex integrante de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios por el Aborto Legal en Salta, militante feminista y referenta de Jóvenes por el Clima Argentina.
Donde existe una necesidad, nace un deseo
Me llamo Camila Fernández y soy trans. De más chica, cuando no era tan sonado el tema, y tampoco había mucha información al respecto, no entendía por qué me pasaba lo que me pasaba, y por qué no era como el resto de las chicas; no entendía por qué era la única persona de mi escuela que atravesaba una adolescencia tan dispar…
Internet fue clave en el descubrimiento de mi propia identidad. Uno de los momentos bisagra que tuve en relación a descubrirme fue mediante portales, experiencias de personas que sentían lo mismo que yo y que también sufrían la desidia social. Las redes sociales fueron cruciales y me ayudaron a no sentirme sola y a encontrar la empatía que tanta falta me hacía por parte de las personas de mi entorno. Experiencias recopiladas a través de grupos de Facebook me ayudaron a darme cuenta de que cada cosa que me pasaba estaba atravesada por mi identidad trans: esa entrevista de laburo en la que fui silenciada, ese debate en el cual me anularon, ese boliche al que no me dejaron pasar, etcétera.
Uno de los momentos clave de mi vida lo tuve arriba de un bondi mientras pasaba por la estación de Quilmes. Fue ahí cuando entendí que si justamente lo que me pasaba era por mi identidad, lo que tenía que hacer era empezar a visibilizar todas esas cuestiones y discutirlas todo el tiempo, para que nadie más tenga que volver a sufrirlas. A través de las redes sociales conocí organizaciones en las que comencé a entramar lazos con las redes comunitarias; fue gracias al Facebook de la marcha del orgullo de CABA (la mal llamada Marcha “nacional”) que supe que se estaba armando algo similar en mi ciudad y así comencé a formar parte de Orgullo Quilmes, la comisión local de organizaciones disidentes. Fueron todas estas redes feministas (las virtuales y las reales) las que supieron contenerme desde la militancia activa dentro de esta comunidad, brindando el espacio y promoviendo la voz y la participación de jóvenas con todo por delante para decir y construir.
El deseo es lo que debe primar cuando de formar parte de estos espacios colectivos se trata, nos tenemos que sentir con la voluntad de querer transformarlo todo, pero sobre todo con las ganas. Las cuestiones profundas se cambian desde adentro, y para eso es fundamental que nos sintamos convocades. Y vos, ¿por qué causa injusta te movilizarías?
Por Camila Fernández
27 años, militante.
* Con testimonios de Vicente Baños, Lara Dancyker, Milagros De Luna, León Esquenazi, Camila Fernández, Emilia Pioli y Montserrat Tolaba.
* El 3 de junio de 2015 se realizó la primera convocatoria #NiUnaMenos, que marcó un antes y un después en las manifestaciones contra los femicidios en la Argentina. [N. de E.]