- Home
- Quiénes escriben
- Alicia Bañuelos - Internet: El factor clave para un crecimiento real, sostenido e igualitario*
Internet: El factor clave para un crecimiento real, sostenido e igualitario*
Alicia Bañuelos
¿Qué relación tienen una investigación sobre “fusión nuclear controlada” y la llegada y desarrollo de Internet en la Argentina? La respuesta podría ser curiosidad, innovación, ganas de aprender o enfrentar nuevos desafíos. Lo cierto es que ambas experiencias me atravesaron en diferentes etapas de mi vida, se conectaron y me marcaron que el futuro de nuestro país se iba a construir con educación y desarrollo tecnológico para lograr la igualdad de oportunidades.
Comencé mi carrera profesional como investigadora en el Laboratorio de Física del Plasma de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Investigué sobre Fusión Nuclear Controlada y mis trabajos más relevantes estuvieron relacionados con la emisión de rayos X en los procesos de frenado de electrones acelerados para energías relativistas y no relativistas. Parte de mi trabajo como Física requería de cálculos matemáticos, y para hacer esos cálculos tuve que aprender a programar, ya que se realizaban a través de grandes computadoras llamadas mainframes, que realizaban millones de cálculos.
El aprendizaje de programación, por una necesidad profesional académica, me abrió las puertas de un camino que imaginaba que era el futuro, aún no lo veía tan claro, pero me gustaba y deseaba seguir conociéndolo.
“Hay gente de la Municipalidad de Buenos Aires que está buscando personas que se puedan ocupar de un proyecto con computadoras. ¿Te interesa?” La propuesta me llegó en un momento en que necesitaba cambiar de aire y acepté. En 1983 (Julio César Saguier era el Intendente) la ciudad de Buenos Aires comenzaba a poner en marcha un proyecto para usar computadoras en las escuelas, y al ser tan pocos los profesionales en esos tiempos, el desafío era doble, ya que había que desarrollar la idea, conseguir los equipos, ponerlos en marcha y generar los contenidos. En muy poco tiempo y ante el vertiginoso avance de la tecnología informática, lo que comenzó como un proyecto educativo terminó convirtiéndose en un gran programa de digitalización municipal, cuando me ofrecieron liderar el área de informática de la, en ese entonces, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En esa época, y a pesar de todos los obstáculos que debía atravesar, ya que los tiempos de la política y la gestión pública suelen ser incompatibles con los de la ciencia y la tecnología, mi interés por la informática tenía muchos caminos abiertos y por investigar: programación, desarrollo educativo, proyectos de gobierno, entre otros. Pero ninguno me atrapó tanto como el de una supuesta red que conectaba máquinas y podía hacerlas interactuar a la distancia, el cual se estaba desarrollando mucho en el exterior.
Cuando me llegó el ofrecimiento de trabajar en la Secretaría de Ciencia y Técnica, me contaron que querían investigar el uso de redes, pero no estaba muy claro qué se buscaba. Solo sabían que se hablaba mucho de “Internet” y que había que estudiar e investigar un montón para poner en marcha algo similar.
Internet en la Argentina, día cero
¿Cómo se trabaja sobre un proyecto del que casi no existe documentación, bibliografía y tampoco medios dinámicos para interactuar con otras personas del mundo, más allá del costoso llamado telefónico de larga distancia y los aún más costosos vuelos al exterior? Buscando personas que tengan los mismos intereses.
Preguntando dentro del gobierno me enteré de que había un equipo de personas en Cancillería (entre ellos, Jorge Amodío) que había avanzado en el desarrollo de un enlace local. Me puse en contacto con ellos y establecimos una especie de área de trabajo en conjunto, donde teníamos mucho conocimiento (al menos el alcanzable en ese entonces), mucho entusiasmo, poco equipamiento (apenas un servidor), casi nada de presupuesto y un objetivo: crear una cuenta de correo electrónico para un organismo del Estado nacional.
Como paso obligado para poder montar un correo electrónico necesitábamos disponer de un enlace internacional, un servidor local y un dominio de Internet. Jorge y su equipo de Cancillería montaron el dominio y generaron la extensión .ar para la Argentina. Cuando esto ocurrió, desde Ciencia y Técnica comenzamos a distribuir un disquete a los centros de investigación, con el que podían montar su dominio y así empezar a recibir mails.
El Complejo Astronómico El Leoncito fue el primer organismo elegido. El objetivo era crearles una cuenta de correo electrónico para que los astrónomos pudieran comunicarse desde y hacia El Leoncito, un observatorio astronómico ubicado en el departamento Calingasta, al oeste de la provincia de San Juan, casi al pie de la Cordillera de los Andes. Las reuniones con el Consejo de Ciencia y Técnica eran terribles. Les propusimos “crear un software con el cual se iban a poder conectar a Internet a través de un servidor de Arpanet y así enviar un correo electrónico a otro punto lejano” y teníamos que explicarles cada palabra por separado porque para ellos (y cualquiera en ese momento) era chino básico.
Cuando le dimos la posibilidad de tener correo electrónico a El Leoncito, a quienes trabajaban ahí se les iluminó la vida porque, a pesar de que recibían los mails en la ciudad de San Juan, ya este cambio era algo revolucionario, tal como me manifestó su director, Hugo Levato, con quien aún seguimos siendo amigos luego de habernos conocido durante este proyecto.
Ocurrió algo anecdótico pero muy gracioso en ese momento, que pinta un poco el clima que se vivía con esta tecnología emergente. Al tener relación con Entel [Empresa Nacional de Telecomunicaciones], que era la que nos suministraba la conectividad de subida de la información, alguien de esa empresa telefónica nos pidió que leyéramos todos los mails para asegurarnos que nadie violaba las normas de la “Netiquette”, con lo cual la velocidad de transmisión del canal no importaba, ya que sería siempre la de la velocidad de lectura, que era la menor.
Luego del proyecto con El Leoncito comenzamos a activar los mails de otros organismos, entre ellos los del Conicet, que se convirtió en uno de los primeros institutos de investigación científica en tener Internet.
Llegar hasta este punto no fue sencillo. Recordemos que no existía Internet tal como la conocemos en la actualidad. El proceso de explicación, aprobación, investigación, desarrollo e implementación llevó casi un año, porque lo hacíamos todo ¡por fax!
El primer sitio web y la primera conexión pública
El proyecto con El Leoncito y otros organismos ya era una realidad, y mis ganas de aprender más hicieron que dejara Ciencia y Técnica y me fuera a trabajar al Ministerio de Economía de la Nación. En ese momento había muchos organismos con mail, y ya comenzaba a desarrollarse el proyecto de la primera web local.
En Economía lanzamos InfoLeg en 1995, el primer sitio web y la primera aplicación web que tuvo la Argentina, al que considero como mi hijo digital. El gran desafío en Economía para implementar servicios de Internet fue que el Ministerio tuviera un enlace de Internet, para lo que necesitábamos un proveedor del servicio. Tuve una reunión con el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, para contarle que había un proveedor de nombre Telintar (empresa de telecomunicaciones, propiedad de Telefónica de Argentina y Telecom) que ofrecía un servicio de 64 Kbps (el equivalente al 0,064 de 1 Mbps de velocidad de Internet actual) por 10.000 dólares mensuales. Pero además de eso, tuve que explicarle para qué servía, que entendiera esta nueva tecnología, que era lo que se venía en todo el mundo, y por qué era importante que la Argentina desarrollara Internet, ya que de cierta forma, todo indicaba que el futuro del desarrollo de la economía, la industria y el comercio iba a pasar en gran parte por Internet.
La realidad es que en Argentina la red ya funcionaba, teníamos Internet. El paso siguiente era llegar a todos lados y entenderla. Para esos tiempos, ya había viajado al exterior, veía lo que estaba pasando en otros lugares, así que no era muy difícil ver que la parte comercial estaba empezando a aparecer y que la Argentina tenía que estar en ese lugar. Cavallo aceptó.
A partir de ese año, en la Argentina comenzaron a ofrecerse los primeros servicios de Internet domésticos, a través de Startel y con tecnología dial up, a precios prohibitivos, como toda tecnología emergente.
Otro gran cambio llegó a mi vida cuando me fui del Ministerio de Economía en 1996, a crear una empresa con todo este conocimiento de tecnología, Internet e informática, para desarrollar páginas web, algo que a mediados de la década de 1990 era totalmente revolucionario.
Internet tampoco pasó desapercibido en el mundo corporativo, ya que en muy poco tiempo recibimos una oferta del Bank of America para comprarnos la empresa y una llamada desde la India para crear una empresa de desarrollo en la Argentina, para una de las automotrices más grandes del mundo. El entusiasmo inicial chocó de frente con la explosión de la burbuja tecnológica inicial de la década de 1990, el atentado a las Torres Gemelas y la crisis de 2001 en la Argentina, con una particularidad para nuestro proyecto de la India, explicarles a los inversores indios qué era el “Corralito”; una vez que lo entendieron, decidieron radicar su empresa en Uruguay. Este fue el primer paso que di para luego radicarme definitivamente en un lugar del país que me enamoró desde siempre: San Luis.
Desde San Luis y dirigiendo una empresa de desarrollo multinacional fondeada por un banco internacional, es donde quizás a través de una epifanía o algo similar, decidí que no quería vivir más arriba de aviones y reuniones y me puse a hacer dulces sin azúcar en la provincia donde me radiqué. ¿Qué relación tiene esto con la historia de Internet y mi rol actual? Nuestros dulces nos llevaron a participar de un premio nacional para productores, que ganamos tres empresas de la provincia. Ese premio nos llevó, por cuestiones de agenda, a almorzar con el entonces gobernador Alberto Rodríguez Saá, quien tiempo después me ofrecería ser rectora de la Universidad de La Punta (ULP). En 2005 empecé a trabajar en un proyecto universitario basado en ciencia y tecnología como base de conocimiento, que me trajo hasta el cargo que desempeño en la actualidad, Ministra de Ciencia y Tecnología de la provincia más digitalizada de la Argentina.
Las personas usan Internet como usan el resto de las cosas en su vida. El uso que le damos a Internet es en función del tiempo en que vivimos y crecimos en Internet. En San Luis nos criticaban diciendo que “la gente usa el wifi gratuito de la provincia para ver Facebook”, y yo les digo que sí, y que está bien. Es el primer paso. Porque hoy Facebook (y las redes sociales en general) es una de las primeras cosas que consume un usuario de Internet inicial, que hace sus primeras incursiones, que no sabe usar la tecnología de forma avanzada. Gracias a esas personas que dan su primer paso en Internet, y a las políticas provinciales para facilitar que esas personas se conecten a Internet, hoy tenemos setenta carreras universitarias que se pueden cursar on line y más de 43.000 alumnos de la ULP Virtual, algo que comenzó un año antes de la pandemia que nos obligó a vivir on line.
Esa gente que hace unos años solo miraba Facebook, ahora estudia enfermería, desarrollo de software o la carrera de contador público. En paralelo a esta dinámica, equipamos a la población en función de sus necesidades y etapas de aprendizaje: notebooks para estudiantes de 4º, 5º y 6º de primaria, tablets para estudiantes de 1º, 2º y 3º de primaria y adultos mayores y para profesionales de la salud, policías…
Internet le cambia la vida a una persona. Y de diferentes maneras. Vayas adonde vayas, ciudades o pueblos pequeños, los primeros que adoptan y saben de tecnología son los niños. Pero ellos no tienen la potestad económica de decidir qué y cómo comprar. Por eso es tan importante el rol del Estado en esta etapa inicial y en las siguientes.
En San Luis hicimos un plan para mejorar el acceso a la tecnología, que consistía en devolver el crédito fiscal para pagar deudas con el Estado, toda compra de computadora o dispositivo con conexión a Internet (tablet, celular). Fue un tremendo éxito. ¿Qué buscábamos con esto? Como decía antes, los primeros en acceder a Internet en los grupos familiares son los niños. A través de los niños, los adultos (que compraron la computadora para ese hogar) también dan sus primeros pasos en Internet, por curiosidad, entretenimiento o necesidad, tanto de conocer la red como de encontrar nuevos “territorios” a explorar. Hoy esos chicos crecieron, son nativos digitales y alumnos de la Universidad de La Punta, lo que genera un fenómeno monstruoso y único, en el cual podemos tener un alumno de un pueblo de diez habitantes, que no tiene que andar 300 kilómetros a diario para poder estudiar.
Estos programas que desarrollamos en San Luis nos muestran que luego de 35 años de la llegada de Internet a nuestro país, la Argentina tiene muchas preguntas que responder. En San Luis la población no tiene la posibilidad de elegir entre varios proveedores de Internet, pagar precios desorbitantes y disponer de todo tipo de dispositivos como en la capital del país, la ciudad más coqueta de la Argentina, como dice el gobernador Alberto Rodríguez Saá. En nuestra provincia, tener al 95% de la población conectada a Internet de forma gratuita se trata de una cuestión de supervivencia, progreso e igualdad de condiciones, porque Internet iguala, pero para eso es necesario que todos los argentinos tengan acceso de la misma forma.
Si aspiramos a un crecimiento real, sostenido e igualitario, la primera pregunta que tiene que resolver la Argentina es en materia de conectividad. Tenemos que llegar a toda la población de nuestro país. Si no, las condiciones no son iguales para todos. El desafío es que la infraestructura sea suficiente. ¿Cómo van a usar las personas esa infraestructura? Va a depender del tiempo que le dediquen y la curva de aprendizaje de cada uno. Como decíamos antes, seguramente comience con algo lúdico como una red social y termine buscando una formación académica, potenciar su comercio o emprender un negocio a través de Internet.
Los humanos internalizamos aquello que tenemos. Con Internet pasa lo mismo. Cualquier persona que haya viajado al exterior se encontró con que 4G no hay en todos lados. Y la sorpresa y el caos son absolutos, ya que hay que comprar algún tipo de carga o servicio local deficiente o quizá quedar sin conexión por unos días. Esto sucede también en algunos sectores, o escritorios, desde los que alguien cree que si llegó ARSAT a tal ciudad, ya tiene Internet y lo resolvió. No es así. Llegaron hasta esa ciudad con fibra óptica, pero las personas que están en los bares, en su casa, en los colegios, en esos lugares no tienen conectividad. El último tramo lo tenés que hacer igual. Durante la pandemia pudimos sostener a todas las escuelas con wifi, pero el aislamiento generó que alumnos de zonas rurales tuvieran que quedarse en sus casas. En esos lugares, hablando justamente de la internalización de cosas cotidianas que suceden en las ciudades centrales, tuvimos que instalar antenas de wifi a energía solar, para poder mantener conectados a esos alumnos.
Cuando miramos nuestro país, la Argentina, lo primero que notamos es su tamaño, es gigante, a veces inabarcable, con lugares muy diferentes y lejanos. Es vital que muchas de las acciones que se piensan o dicen, luego se hagan. Porque al final del día, quien no está en Internet es quien tendrá un día menos de ventaja e igualdad de oportunidades para crecer y desarrollarse.
* Este texto se basa en una entrevista realizada a Alicia Bañuelos por Pablo Gutiérrez.