El momento es hoy Cine y plataformas

Vanessa Ragone

 
 
 

El cine en la Argentina se remonta a los comienzos de la historia del cine mundial. País pionero, la primera película argumental argentina fue La Revolución de Mayo, estrenada en 1909.

Hoy, más de cien años después, el sector audiovisual representa económicamente la mitad de las industrias culturales argentinas y es la actividad que exporta mayor volumen de contenidos al mundo. De acuerdo a la información del SINCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina), en 2019 la actividad audiovisual superó en valor agregado a la actividad pesquera y a la actividad turística, entre otras.

En estos 113 años también se produjo una profunda transformación tecnológica y cultural. Somos contemporáneos de aspectos importantísimos de ese proceso de cambio. En el contexto actual, el desafío es darle continuidad a la producción nacional de cine y generar las condiciones para que se cree el círculo virtuoso de la diversidad de voces y miradas, donde haya películas producidas por todos los actores vinculados a la actividad audiovisual, incluidas las plataformas pero sin que esto signifique que se conviertan en una realidad excluyente.

Las plataformas tienen una gran variedad de modelos de negocio. En el caso de que una plataforma produzca un proyecto desde cero, aportando la totalidad de su costo y financiamiento, la serie o la película le pertenece, y es la plataforma la que decide la fecha de estreno, la comunicación, o si el estreno es regional o global. Es razonable que así sea, ya que son los titulares de los derechos del film o la serie. En otros casos, la plataforma puede comprar una película ya producida (para exhibirla durante un tiempo o a perpetuidad) y definir también cómo será su lanzamiento.

Las plataformas ofrecen libertad creativa y, en general, buscan contenidos que expresen la “personalidad” de cada país, a la vez que puedan ser vistos y entendidos en todo el mundo. Los elementos localistas no son problemáticos, dan carácter a los contenidos. Pero es necesario comprender que las plataformas tienen una línea editorial, un plan de negocios, un público al que satisfacer, por lo cual no todas las películas o producciones argentinas se encuadran en sus lineamientos.

Es por ello que sería una idea errónea esperar que las plataformas reemplacen a la producción nacional independiente. Esa tarea es función del Instituto Nacional de Cine: producir con diversidad, de manera federal, dar oportunidades a nuevas directoras y nuevos directores, sostener cortometrajes, documentales, proyectos más experimentales.

Es innegable que la aparición de las plataformas ha ampliado las oportunidades de trabajo para la actividad, y potencia la visibilidad de obras audiovisuales argentinas en el mundo. Son una estupenda vidriera para nuestras actrices, actores, directores y directoras. De todos modos, las actividades culturales no pueden depender solo de las propuestas del mercado, sino que resulta indispensable tener una base fundamental en la gestión estatal.

Sin duda, dada la cantidad de horas que dedicamos en la actualidad a consumir contenido a través de plataformas, es importante entender un poco más cómo funciona el negocio.

Siempre resulta atractivo que el proyecto sea de producción propia y poder estrenar en salas, luego licenciarlo por un tiempo a una plataforma o canal de TV y así trazar un camino de posible recupero en salas y en ventas internacionales múltiples. En el caso de que se produzca un proyecto propuesto por la plataforma y enteramente financiado por ella, los guiones, la selección del elenco, el montaje final se consensúan con las áreas creativas, y es la plataforma la que asume los costos de producción y paga un fee de producción a la empresa productora, siendo este un monto que se cobra por única vez. En un momento como el actual –en el que la posibilidad de producir cine con apoyo estatal está muy obturada–, trabajar para plataformas es una salida viable para el sostenimiento del trabajo de una empresa y para el desarrollo del entramado productivo del audiovisual argentino. Sin embargo, la historia del cine argentino está fuertemente ligada a películas de producción independiente, que mantienen su copyright y tienen una circulación diversa en el mundo. Esa forma de producción atraviesa hoy una crisis muy grave, ya que tiene importantes dificultades para conseguir financiamiento y para su estreno y exhibición.

Es indudable que las plataformas aprecian el talento argentino y lo valorizan. Este año, Netflix ha lanzado una importante campaña de producciones #HechasEnArgentina, según la propia comunicación de la empresa. Eso puede resultar atractivo para nuestro país, siempre y cuando no esperemos que una plataforma extranjera venga a reemplazar la diversidad de contenidos que han sido fomentados por el Estado nacional durante varias décadas. Las plataformas producirán en la Argentina aquello que les interese para su pantalla, pero no todo lo que solemos producir. Es importante entender que es la historia de la producción audiovisual nacional, y su enorme expansión en mercados internacionales en estos últimos años, lo que ha hecho que las plataformas estén atentas a nuestros contenidos y hayan decidido invertir en proyectos en la Argentina. Esa historia no existiría sin el fomento público que apoyó las producciones nacionales.

También corresponde señalar que las diferencias impactan en diversos sectores. Por ejemplo, el personal técnico cobra lo que sus convenios colectivos de trabajo indican, tanto en proyectos de plataformas como en películas independientes. Pero hay otra variable: en los proyectos de plataformas se rueda en tiempos más largos y seguramente se cobran horas extras, mientras que las películas independientes actuales argentinas se resuelven en la mínima cantidad de tiempo de rodaje y posproducción posible, ya que el financiamiento es limitado.

Además, es clave pensar el profundo impacto cultural que tiene esta transformación. Hoy el copyright de las biografías de Bilardo o de Maradona lo tienen las plataformas. Para poder conservar nuestras historias en manos de la producción argentina y de nuestra “marca país”, es necesario que las productoras argentinas tengan acceso a financiamiento propio para poder proponer a las plataformas modelos de negocios mixtos, en los que haya coproducción y se puedan mantener parte de los derechos de copyright.

Es momento de volver a pensar en la esencia de la industria audiovisual, ya que el cine y la producción de este tipo de contenidos constituyen una actividad cultural e industrial que genera empleo de calidad, que tiene en su matriz la actualización permanente de conocimientos, la innovación incesante de tecnologías y el derrame de recursos hacia otras actividades: gastronomía, seguridad, transportes, actividad inmobiliaria, turismo, construcción, herrería, sector financiero, sindicatos. Es una actividad altamente bancarizada, con pagos semanales a sus trabajadores y proveedores y sumamente regulada por sindicatos, gremios y sociedades de gestión autoral.

Es una actividad no contaminante, corazón de las industrias englobadas en la “economía naranja”: generadora de enorme valor agregado con muy bajo impacto ecológico.

Su “producto” es un intangible que nunca se extingue. Hoy podemos volver a ver una película de Demare, una de Torre Nilsson, una de Leonardo Favio, una de María Luisa Bemberg, así como la serie Okupas recientemente remasterizada y disponible en una plataforma de streaming. Porque el “producto” audiovisual no se agota, se convierte en parte de la historia del país. Es un capital que excede lo económico, que debe ser fomentado para su producción y resguardado para su esencial preservación.

Los bienes culturales audiovisuales que produce la Argentina prácticamente desde los inicios del cine nos han hecho conocidos en todo el planeta: desde Gardel a los Premios Oscar y a la “alfombra roja” de Cannes, nuestro cine ha “viajado” por el mundo entero.

Nuestras películas, nuestras series, nuestros documentales llevan a todas partes la “marca país” que nos identifica, ampliando las fronteras de la Argentina hacia el exterior, para contar historias que nos pertenecen. Visibilizan nuestras costumbres, nuestra geografía, nuestros productos distintivos, nuestro decir y nuestro cantar: nos posicionan en mercados internacionales tanto como en festivales prestigiosos. Películas argentinas tienen sus remakes en distintos lugares del mundo, formatos televisivos argentinos son comprados para replicarse en otros territorios, se realizan adaptaciones de textos de escritoras y escritores argentinos en diversos países, guionistas y directores de nuestro país son convocados para trabajar en la industria audiovisual de toda Iberoamérica, Estados Unidos, Europa. Nuestras actrices y actores son llamados para protagonizar películas y series desde España hasta América del Norte, nuestros técnicos y técnicas están entre los más requeridos y respetados del continente.

El cine y los diversos contenidos audiovisuales argentinos llevan nuestras historias al mundo y a la vez producen el mayor ingreso de divisas por exportación de todas las industrias culturales.

El cine, y la actividad audiovisual en general, forman parte de un círculo virtuoso económico y cultural que debemos poner a la cabeza de la reactivación de la Argentina pospandemia.

Lo saben bien los países centrales: el cine y el audiovisual potencian la formación de sus ciudadanos, comunican estilos de vida a todas las latitudes, obtienen reconocimiento y prestigio mundial para el país, generan recursos en toda la cadena de valor, imprimen dinamismo, innovación, creatividad permanente.

En un mundo donde la producción de contenidos para múltiples pantallas es una de las actividades económicas más destacadas, nuestro país debe posicionarse ante esas herramientas para volver a ocupar su lugar relevante en la geopolítica audiovisual y, desde allí, seguir creciendo.

Tenemos, como sector, la oportunidad extraordinaria de ahondar en nuestras raíces cinematográficas históricas (desde lo creativo a lo técnico) y dar un salto de enorme potencia hacia el futuro de una actividad que se encuentra entre las más productivas del mundo.

El camino requiere visión estratégica, capacidad de vincularse como sector con las nuevas plataformas, gestión activa del Estado y del Instituto de Cine para apoyar películas y series independientes que puedan hacer un recorrido propio y brillar como habitualmente lo hacen: desde El marginal (la serie argentina más vista a nivel mundial en su temporada de reciente estreno) hasta La chica que limpia, formato que se ha vendido desde los Estados Unidos hasta India, pasando por El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera y con un recorrido mundial que continúa hasta hoy con remakes en muchísimos países, siempre el Estado nacional estuvo presente en los primeros pasos de esas producciones, apoyando el talento y las historias que contamos.

Para fortalecer este momento trascendental que vivimos, es necesario un trabajo conjunto del sector privado y del Estado para lograr que esta actividad artística, cultural e industrial crezca al ritmo necesario para no perder la oportunidad histórica de colocarnos a la cabeza de la producción audiovisual en la región.