El desafío de la primera conexión a Internet y la creación del dominio .ar

Jorge Amodío

 

Entre los libros que cuentan los orígenes de Internet, uno de mis favoritos es Where the Wizards Stay Up Late (Donde los magos se quedan despiertos hasta tarde),1 dado que a mediados de la década de 1980 me tocó vivir una experiencia similar, cuando con Julián Dunayevich, Mauricio Fernández, Nicolás Baumgarten y Néstor Felippone nos quedábamos noches enteras en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA), en la búsqueda de interconectar las primeras minicomputadoras con sistema operativo Unix y las computadoras personales, en el Departamento de Computación que había sido creado recientemente.

En aquellos años, la falta de recursos, la pobre infraestructura de telecomunicaciones y otras limitaciones para poder crear eran algo habitual. Pero nosotros nos resistíamos a esa idea: junto con otras personas del sector académico aspirábamos a unirnos al resto del mundo para poder compartir e intercambiar información en forma eficiente. Había quienes pensaban que éramos demasiado jóvenes y sin experiencia, y que lo que intentábamos hacer era imposible.

En 1986 el Dr. Alberto Mendelzon, profesor argentino de la Universidad de Toronto, pasaba su año sabático en la FCEN. Yo era alumno, y también trabajaba como Asistente de Laboratorio. Mendelzon también era consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y asesoraba al proyecto de Informatización de la Cancillería Argentina. Él fue el nexo, ya que facilitó que varios estudiantes e investigadores de la FCEN lográramos unirnos a ese proyecto como consultores de Naciones Unidas. Yo me sumé al área técnica, que incluía comunicaciones.

Otro egresado de la FCEN, Carlos Mendioroz (alias Tron), también se incorporó al proyecto y con la ayuda de Alberto Mendelzon capturamos una de las primeras computadoras personales con disco rígido e instalamos una versión de Unix para poder comunicarnos por vía telefónica con la Universidad de Toronto para intercambiar correos electrónicos utilizando UUCP (sigla de Unix to Unix Communication Protocol).

Pero… ¡había que ponerle nombre a esta máquina! (Cada máquina en la red UUCP tenía el propio.)

El estándar para Unix era como máximo de ocho caracteres, Alberto sugirió que la llamáramos “atina” como diminutivo de Argentina. Así nació nuestro primer Gateway de correo internacional con Internet y poco a poco comenzamos a usar este recurso para obtener información que nos permitiera seguir avanzando con el proyecto de Cancillería.

El objetivo principal era la modernización completa de los sistemas de comunicación para el movimiento de documentos (cables) entre la Cancillería y las representaciones de la Argentina en el exterior (embajadas, consulados y otros organismos), que hasta ese momento se realizaba utilizando servicio de télex –o teletipo–, cintas de papel perforado y copias múltiples de todas las comunicaciones.

En inglés existe una expresión, sneaker net. Su traducción sería “red en zapatillas”: describe esa situación en la que una persona transfiere información caminando de un lado a otro.

La Cancillería todavía no tenía su edificio actual, pero aparte del Palacio San Martín existían oficinas en la calle Reconquista, donde estaba el Ministro y la mayoría de los funcionarios del cuerpo diplomático. El Departamento de Comunicaciones se encontraba en el Palacio, así que contábamos con lo que llamábamos “Patrullero Net”: todos los días, varias veces al día, un coche de policía transportaba en sobre cerrado todos los cables, impresos en papel, provenientes de las embajadas y consulados. Eso tenía que cambiar, modernizarse.

Otro objetivo fundamental fue la creación del Departamento de Informática, con tecnologías de punta. Un desafío realmente importante, dado que en la Administración Pública dominaban las instalaciones con computadoras Mainframe y sistemas completamente cerrados y de alto costo.

Nuestra arquitectura estaba basada en el modelo cliente-servidor, redes de área local, comunicaciones digitales de datos modernas, sistema operativo Unix, desarrollo de sistema de criptografía, etcétera.

Esa fue y será para mí una experiencia inolvidable, de la que aprendí muchísimo. Representó un desafío muy grande, un gran esfuerzo y enorme trabajo, dado que luchábamos contra el statu quo y la arquitectura de servicios de informática existente en la Administración Pública.

Pese al esfuerzo y las limitaciones, quienes participábamos en ese proyecto estábamos convencidos y motivados porque sabíamos que ese cambio representaba el futuro. Y fue, realmente, un verdadero éxito. Tal es así que años más tarde se adoptó la misma arquitectura en el Ministerio de Economía, la Presidencia de la Nación (donde tuve el honor de instalar la primera PC en el despacho presidencial) y otras dependencias del Estado.

La conexión de atina con la Universidad de Toronto fue el primer paso que nos permitió acceder a información técnica sobre las nuevas tecnologías y tomar contacto con colegas en el exterior, pero no podíamos abusar de esa conexión.

En 1987 Carlos Mendioroz estableció contacto con Rick Adams, que en ese momento era el administrador del nodo UUCP del Centro de Estudios Sismológicos de Virginia, conocido como “seismo”, que más tarde se convertiría en UUNET.2 Mendioroz logró que Adams nos reconociera como el Gateway oficial para la Argentina, y así el único costo sería el de la llamada internacional.

Para poder convertirnos en el Gateway internacional, dado que en Internet ya se estaba utilizando el Sistema de Nombres de Dominio o DNS (por su sigla en inglés), necesitábamos también registrar el Top Level Domain o TLD para nuestro país. Registrar el nombre de dominio .ar nos convertiría entonces en los administradores locales de los mapas de UUCP para la Argentina.

El 20 de agosto de 1987 Mendioroz le envía un mensaje a Mark Horton (actualmente Mary Ann Horton) con la información necesaria para el registro y la confirmación por parte de Rick Adams.

El 23 de septiembre de 1987 recibimos la confirmación oficial: el nombre de dominio .ar quedaba registrado oficialmente para nuestro país.

Como aún no contábamos con una conexión permanente a Internet, el primer servidor de DNS para .ar se establece en UUNET con servidores secundarios en otros países. La conexión por vía telefónica era muy primitiva y limitada, pero ya estábamos conectados con el mundo.

El primer Nombre de Dominio que creamos bajo .ar fue mrec.ar, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Siguiendo la jerarquía existente en los Estados Unidos, también creamos edu.ar, gov.ar, com.ar, org.ar, net.ar. Me toca aquí “confesar” que soy el culpable de gov.ar,3 en vez de gob.ar, que se crearía mucho después.

Alberto Mendelzon nos estimuló para que aprovecháramos la creación de atina como Gateway para extender la comunicación vía Internet al sector académico. Personalmente, todavía estaba involucrado en el proyecto de comunicaciones de la FCEN. Los coordinadores del proyecto de informática en la Cancillería, Aldo Rosenberg y Sergio Porter –hombres con paciencia y visión–, me permitieron tomar “prestado” un módem telefónico para establecer la conexión UUCP con la FCEN. Creo que fue el día que viajé más rápido desde el edificio de Cancillería a la Ciudad Universitaria, en el barrio porteño de Núñez.

Módem en mano, con Julián Dunayevich, Mauricio Fernández y Nicolás Baumgarten capturamos la única PC con disco rígido que tenía el Departamento de Computación, instalamos una versión de Unix y le dimos su bautizo a DCFCEN, o dcfcen.edu.ar, el primer nodo de lo que más tarde se convertiría en la Red Académica Nacional. Cabe destacar aquí que el Dr. Hugo Scolnik, en aquel momento Director del Departamento de Computación de la FCEN, contribuyó con mucha paciencia y apoyo.

Prácticamente nos adueñamos de la única línea con discado directo que tenía el departamento, para instalar el módem que establecería la llamada telefónica entre dcfcen y atina. No pasaría mucho tiempo hasta que nos encontrarámos con varias personas que hacían fila para que les permitiéramos enviar mensajes, y otros para aprender cómo replicar la misma configuración. Poco a poco se fueron agregando más nodos a la red, en la que algunos sitios se comunicaban con dcfcen y otros directamente con atina.

Dunayevich y el resto del grupo de la FCEN crearon una versión de UUCP que podía operar en una simple PC con un disquete. También comenzamos a compartir el conocimiento que habíamos adquirido, participando en varias conferencias, foros y reuniones a nivel nacional, regional y local, incluso con el sector académico de Uruguay. Se generó un efecto bola de nieve imparable.

En el proyecto de Cancillería teníamos un buen presupuesto para comunicaciones, pero no era infinito. Y con el aumento del tráfico a través de atina, los números en la facturas de la compañía telefónica de ENTel –la empresa telefónica estatal de aquel momento– crecieron exponencialmente. (En el área donde se encontraba mi oficina, nos dábamos cuenta cuando llegaban las facturas de ENTel: Aldo Rosenberg se acercaba gritando como loco.)

Era evidente que teníamos que encontrar una solución más eficiente, con un costo fijo, de mayor capacidad y que permitiera una conexión permanente. Así surge la idea de obtener un canal satelital, en el que ENTel cubriría el costo del segmento argentino, la Cancillería el segmento internacional con los Estados Unidos, y la Secretaría de Ciencia y Tecnología participaría para continuar con la promoción y crecimiento del servicio para el sector científico y académico.

Con la posibilidad de contar con una línea de comunicación permanente, en marzo de 1989 me contacté con Glenn Ricart, director del Departamento de la Universidad de Maryland e Investigador Principal de SURANet, una de las redes regionales de Internet en los Estados Unidos, que formaba parte de la NSFNet.

Pese a varios obstáculos que generó el cambio de gobierno –en 1989 Raúl Alfonsín dejó la presidencia de la Nación y asumió Carlos Saúl Menem–, y la privatización de ENTel que llevó adelante el gobierno entrante, en 1990 todo estaba en marcha para poner en funcionamiento el canal al que en la intimidad de nuestro proyecto llamábamos “el caño”.

El 17 de mayo de 1990 tuve el privilegio de enviar el mensaje al centro de operaciones de SURANet, para reportar que el equipo enrutador en el lado argentino mostraba la conexión a Internet como activa. (No entraré aquí en detalles técnicos, ni narraré el esfuerzo que requirió que todas las piezas funcionaran.)

Coincidencia o no, el 17 de mayo se celebra el Día Internacional de las Comunicaciones, así que apropiadamente quedó oficialmente registrado como el día en que la Argentina activó su primera conexión permanente con Internet.

Este evento tiene una importancia fundamental en el desarrollo de la Argentina a nivel internacional y en la evolución de los servicios de telecomunicaciones, acontecimiento que en 1995 derivó en la apertura del servicio de Internet a nivel comercial.

Dado mi interés por seguir contribuyendo al crecimiento de Internet en la Argentina, en 1993, aún como consultor de Naciones Unidas, me incorporé al proyecto de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación, donde entre otros desarrollos, se creó la Red de Ciencia y Tecnología (RECyT), que interconectó centros de investigación científica y otras instituciones. En paralelo, Julián Dunayevich, Nicolás Baumgarten, Mariano Absatz y otros egresados y profesores de la UBA ya habían convertido la vieja dcfcen en el Centro de Comunicaciones Científicas o CCC de la UBA, y crearon junto con otras universidades e instituciones la Red de Interconexión Universitaria o RIU.

Tal vez, más que desafío fue una hazaña, tanto a nivel tecnológico como político e institucional, dado que no solo tuvimos que aprender prácticamente desde cero todo sobre una tecnología que no existía en el país, sino también navegar en otras áreas. Allí, nuestra determinación, empeño y trabajo pertinaz permitieron que el sueño de contar con una Internet argentina se hiciera realidad.

Con el país ya conectado a Internet y varios proyectos en marcha, en 1995 tuve el privilegio y honor de ser uno de los fundadores y primer Presidente del Chapter Argentino de Internet Society, de la cual soy miembro pionero desde su creación en 1992.

La experiencia y el conocimiento que obtuve y logré compartir en aquellos días me dieron la oportunidad, en 1996, de unirme a la transición final de la vieja NSFNet Internet en los Estados Unidos al sector privado y continuar mi carrera profesional.

El resto es historia.

Recordar aquellos momentos después de 35 años sin duda genera nostalgia y, para ser sincero, un digno lagrimón.

Feliz 35 aniversario, .ar ccTLD.

1. Hafner, Katie y Lyon, Matthew, Where Wizards Stay Up Late. The Origins of the Internet, Nueva York, Simon & Schuster, 1996.

2. UUNET en aquel entonces era una compañía sin fines de lucro, creada por la asociación de usuarios unix o USENIX. El concepto de compañía proveedora de Internet no existía en aquellos años todavía.

3. Todavía no existían estándares 100% definidos, para darle nombre a los subdominios bajo un TLD, cada país definió el suyo. Muchos, como nosotros, adherimos a lo que ya existía y era conocido en los Estados Unidos como .edu, .gov, .com, .org o .net, para diferenciar distintos sectores.